Poseía el romanticismo más erótico y el erotismo más romántico a la vez. Tocada con esa varita mágica, sabía romperme los esquemas como nadie. Con una simple mirada clavada unos instantes, me removía todo por dentro y mis deseos comenzaban a hervir a fuego lento. Ese manejo de la palabra, esa gestualidad única, la forma que tenía de expresarse. Me quedaba observándola en el trabajo, al otro lado del pasillo y mi mente encendía las alarmas. No podía parar de imaginar todo lo que haría con sus curvas.
Me encantaba fijarme en la marca que su braguita dejaba, se distinguía sutilmente a través de la tela del pantalón. Inevitable más de una vez, no tener que acudir a los baños para disimular mi erección como podía. Ya sé que es impopular y que por reflexiones así a uno lo apedrean, (cerdo, asqueroso, bla-bla-bla), pero que a gusto se queda uno contando lo que piensa e imagina. Sin tabúes y sin frenos, palabras que salen por verdad y por inercia natural. El caso es que llevaba tiempo fijándome en ella, pero no me atrevía a dar mas de dos palabras, más allá de un saludo cordial de buenos días o hasta luego. Su personalidad era abrumadora y su belleza agitaba las envidias del servicio. Me gustaba imaginar cómo sería besar esos labios carnosos. Cómo sería quedarme impregnado de su aroma en mi piel.
Incontables veces tenía que aliviar mi tensión sexual durante la jornada laboral o bien salir pitando hacia casa al terminar y perderme en esa fantasía de pensamientos lascivos que me generaba su persona. La sorpresa llegó un día cuando de manera inesperada se me acercó a golpe de miércoles. No había nadie alrededor en aquel momento, y se dirigió a mi con tal seguridad y confianza, que el corazón me dio un vuelco al oír lo que me quería decir. La frase a la vez que fuerte, fue tan morbosa y excitante que me dejó seco y mojado al mismo tiempo. De aquella boca de ensueño, salieron esas palabras directas a mi cerebro para acabar conmigo de una estocada. Me dijo con forma de susurro, “por qué no nos vemos al salir y nos quitamos estas ganas que nos tenemos desde hace tanto tiempo?”
Ella me había ganado la partida por completo. En mi vida imaginé aquella noche de locura, me folló de mil maneras y me dejó para el arrastre. Manejaba todos los registros de placer conocidos por mi hasta el momento. Sin duda una cura de humildad que merecía desde hace mucho tiempo. Al día siguiente su manera de actuar era tan sencilla y natural que parecía que no hubiese pasado nada entre nosotros. Me gusta la discreción me gusta recordar cada mordisco. Deseo volver a ser su víctima.
Marcos CL