Fuimos
a aquella fiesta temática de los 80 a Toledo para celebrar la llegada del
verano y el final de aquel tormentoso confinamiento. Nuestros amigos tenían una
casa grande en las afueras de la ciudad donde seríamos casi un ciento de
invitados, a Alberto le habían ido bien las cosas en sus empresas y hacia todo
así, a lo grande.
Buffet libre para todos en la piscina y disfraces para un
remember que me traía buenas recuerdos a la mente. La música nos abría esa
caja de vivencias de la adolescencia y el instituto, cosas que te hace pensar
en el incesante paso del tiempo, sin duda hay que vivirlo y disfrutarlo. Sonia
decidió ir vestida como las chicas de Greasse y a mí ir de John Travolta
no me parecía mala idea. Estaba preciosa, falda negra con lunares blancos y
aquel top rojo ajustado con pañoleta a juego recogiendo el pelo. Me encantaba
presumir de chica, sinceramente.
El alcohol rodaba y las miradas de amigos y
desconocidos de la fiesta comenzaban a ser menos inocentes. Mojitos para todos
y ese efecto que hace el alcohol en la sangre. Ebullición constante que tampoco
a mí me hacía falta, la chispa estaba siempre viva y presta para ella. Desde el
otro lado del jardín me hizo un gesto para que me acercara, estaba con las
amigas, pero se le veía en aquella mirada lasciva que en ese momento su deseo
era otro. Me acerqué y poniendo su boca en mi oreja me dijo – Guapo, por qué no
me secuestras y me sacas de aquí? – Esa era una señal que teníamos muy
entrenada, yo obediente, fui a junto de Alberto para despedirnos, pero ya
estaba muy pasado, creo que ni nos vio salir.
Yo había tomado sólo un mojito
para poder conducir de vuelta a casa. Apenas entrar en el coche Sonia se puso
sobre mí, estábamos muy cachondos y sin duda me lo quería hacer allí mismo. Me cogió
la mano y la llevó a su hermoso culo, joder ya no llevaba braguitas. ¿Yo le
pregunté, -Y esto? - ella con voz de gatita me respondió. -Es que tenía calor,
me las saqué cuando fui al baño para ti, las llevo en el bolso tranquilo, je,
je.! - Con aquella risa que disimulaba su descontrol comenzó ese contoneo que
me volvía loco, bailaba sobre mí mientras mordía mi cuello con rabia y rozándose
fuertemente para dejarme marcado con su jugo. Sin darme cuenta, abrió mis
pantalones y ese contoneo tan morboso pasó a ser una danza macabra para
destrozarme de placer allí mismo. Se nos había ido la cabeza por completo, pero
son de esas cosas que te pasan en la vida y le dan a la pareja esa salsa
especial.
Marcos CL