martes, 5 de mayo de 2020

Solpor




Coincimos varias veces viendo el atardecer en la costa de Caión, se veía que le encantaba la fotografía y contemplar con ternura el baile que el dios sol da con el horizonte en esa hora mágica de los días de verano. Su tez morena era preciosa, vista así de lado, tenía una fotogenia innata, pagaría oro por retratarla en mi estudio.

Absorta en aquel espectáculo natural, no se percataba de que la estaba observando con detenimiento, yo con cámara en ristre, intentaba captar ese instante donde el sol es engullido por el mar y de paso, intentar ver esa sonrisa que escondía aquella misteriosa chica. Esa carita estaba adornada por un lindo lunar en su mejilla derecha, el pelo corto y negro como el azabache, acompañaba esa aura de lugareña que disfruta de su hábitat y de la libertad que nos da el mar.

 Era un día de semana y no había nadie alrededor, dos almas solitarias y aquella película de fantasía que nos regalaba la naturaleza. Ya casi de noche, cogiendo su mochila se levanto de su piedra filosofal desde donde veía el mundo, con paso ligero y firme se fue alejando de mí unos metros más, mi sorpresa fue cuando se giro para mirarme y despedirse tan naturalmente, -Hasta mañana fotógrafo! - No contaba con aquel giro en la historia, me quedé helado pero sonriente por aquello. Mañana volvería al mismo lugar y buscaría en aquella piedra a mi sirena de Caión.
                                                                                                
                                                                                                Marcos CL
(Gracias por la imagen V.L)



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