martes, 19 de mayo de 2020

Final




Fuimos a aquella fiesta temática de los 80 a Toledo para celebrar la llegada del verano y el final de aquel tormentoso confinamiento. Nuestros amigos tenían una casa grande en las afueras de la ciudad donde seríamos casi un ciento de invitados, a Alberto le habían ido bien las cosas en sus empresas y hacia todo así, a lo grande.

 Buffet libre para todos en la piscina y disfraces para un remember que me traía buenas recuerdos a la mente. La música nos abría esa caja de vivencias de la adolescencia y el instituto, cosas que te hace pensar en el incesante paso del tiempo, sin duda hay que vivirlo y disfrutarlo. Sonia decidió ir vestida como las chicas de Greasse y a mí ir de John Travolta no me parecía mala idea. Estaba preciosa, falda negra con lunares blancos y aquel top rojo ajustado con pañoleta a juego recogiendo el pelo. Me encantaba presumir de chica, sinceramente.

 El alcohol rodaba y las miradas de amigos y desconocidos de la fiesta comenzaban a ser menos inocentes. Mojitos para todos y ese efecto que hace el alcohol en la sangre. Ebullición constante que tampoco a mí me hacía falta, la chispa estaba siempre viva y presta para ella. Desde el otro lado del jardín me hizo un gesto para que me acercara, estaba con las amigas, pero se le veía en aquella mirada lasciva que en ese momento su deseo era otro. Me acerqué y poniendo su boca en mi oreja me dijo – Guapo, por qué no me secuestras y me sacas de aquí? – Esa era una señal que teníamos muy entrenada, yo obediente, fui a junto de Alberto para despedirnos, pero ya estaba muy pasado, creo que ni nos vio salir. 

Yo había tomado sólo un mojito para poder conducir de vuelta a casa. Apenas entrar en el coche Sonia se puso sobre mí, estábamos muy cachondos y sin duda me lo quería hacer allí mismo. Me cogió la mano y la llevó a su hermoso culo, joder ya no llevaba braguitas. ¿Yo le pregunté, -Y esto? - ella con voz de gatita me respondió. -Es que tenía calor, me las saqué cuando fui al baño para ti, las llevo en el bolso tranquilo, je, je.! - Con aquella risa que disimulaba su descontrol comenzó ese contoneo que me volvía loco, bailaba sobre mí mientras mordía mi cuello con rabia y rozándose fuertemente para dejarme marcado con su jugo. Sin darme cuenta, abrió mis pantalones y ese contoneo tan morboso pasó a ser una danza macabra para destrozarme de placer allí mismo. Se nos había ido la cabeza por completo, pero son de esas cosas que te pasan en la vida y le dan a la pareja esa salsa especial.
                                                                                               Marcos CL 


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