viernes, 8 de mayo de 2020

Coco



Tarde de viernes de confinamiento en fase 0, ya estábamos en la desescalada de todo aquello tan extraño que había provocado ese virus maldito. A cientos de kms de él, todo comenzó como un juego sin querer o queriendo mucho.

Nos mandamos varias notas de audio, mientras yo tomaba el sol en mi jardín, piel brillante y candente impregnada de aceite de coco. Él, desde el norte me transmitía su energía y ese morbo natural que me da su tono al recitar. Media tarde y un calor acuciante que acompañaba mi piel y mi interior. Al tiempo que lo iba escuchando en su hablar, se me iba secando la boca, un sorbo de agua con limón bien fría y seguía.

 No daba crédito a que todo aquello, todo lo que oía me hacía fantasear así, de una manera increíblemente felina. Cerraba mis ojos y viajaba por cada imagen que sus palabras bien dichas me hacían sentir. Me describía con detalle como en estos momentos estaría pasando la yema de sus dedos por mis 9 tatuajes.

Me decía como iba buscando cada rincón y pliegue de mi cuerpo y encontrando nuevos paraísos en el. Se me ponía la carne de gallina e intentaba que no se notara demasiado la excitación en mis respuestas sonoras que le mandaba, a veces le iba poniendo una carita para disimular e ir enfriando mi mente, pero ya era tarde, punto de no retorno.

Eché el pareo por encima de mis piernas tapando la zona hasta mi ombligo, creo que no podía aguantar más y lo haría allí mismo. Mi mano fue bajando por debajo del pareo hasta encontrar mi punto apartando la braguita del bikini, me encantaba tener los ojos cerrados y que me fuera detallando lo que me haría cuando nos viésemos.

 Mis gafas de sol se empañaban por el sudor de mi frente y el corazón se me quería salir. Los auriculares puestos en conexión con sus palabras y mis dedos hábiles, ahora mismo no me hacía falta nada más en el mundo  para disfrutar de aquella nueva realidad virtual.

 Era cuidadoso con sus frases bien montadas y me llevaría al clímax en poco tiempo. Me dejé llevar por la corriente y en menos de dos minutos tendría aquella explosión de placer que me paralizó la respiración por un instante. Lo había vuelto a conseguir, era un brujo aquel lindo gallego.
                                                                                      Marcos CL


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