viernes, 27 de marzo de 2020

Al-Ándalus




Una chica del norte perdida en el sur. El amor y los negocios me habían hecho abandonar Bilbao para recaer en esa comunidad extraña para mí. Ahí estaba yo, Sevilla, donde dicen que tiene un color especial y el arte se respira por cada rincón de sus calles. Con un río Guadalquivir cómplice, me fui adaptando al entorno y el ese entorno a mí.

Por mi actividad profesional como periodista, fui conociendo a personas diferentes que me ayudaban a empaparme de la cultura y costumbres de aquella tierra. Me llamó mucho la atención lo marcado que tenían el folclore y la vida del mundo árabe, Ese pueblo 700 años aquí había dejado una huella inmensa, en sus construcciones, monumentos y lo que más me encantó, sus danzas. ¡¡Oh si!!, sin duda era de las cosas más maravillosas que había visto. 

Una noche después de salir tarde del trabajo un grupo de compañeros me dijeron de ir a un local a tomar algo. El sitio se llamaba      La Alambra”, era autentico, me quede boquiabierta con aquello, tomamos té y dátiles mientras el ambiente se amenizaba con música mozárabe y aquellas bailarinas tan espectaculares. Yo quería ser una de ellas, moverme así, sentirme admirada por todos.
Me fui a casa esa noche con el run run en la cabeza, no tardaría mucho en buscar escuela de baile, me gusta perseguir mis sueños e iba a por él.

 Preguntando e indagando, como buena periodista, me dieron buenas referencias de una escuela de la ciudad, se llamaba Awalim. Me decidí a apuntarme y a aprender. Me entusiasmaba la idea y en poco tiempo aprendí muchísimo, por mis progresos creo que se notaba, la profe me decía; ¡” oye vasca parece que la sangre musulmana corre por tus venas”!, jajaja, esos comentarios me agradaban y me daba fuerzas para aprender y esforzarme más todavía. Cuando hacía el raqs sharqi, habitualmente conocido como danza árabe, mi mundo, a veces caótico, se detenía y me evadía bailando así. 

El ritmo entraba en mi alma y me transformaba. En las actuaciones cuando la mayoría del público era masculino, me sucedían cosas muy extrañas, me sentía una diosa egipcia, observada y deseada por tantos ojos. A veces pienso que es el sonido del cinturón es el que me hace ponerme así, como activar esa fiera en letargo que tenía dentro,ese movimiento sinuoso y sensual de mi pelvis es mi arma, mientras mi gesto se esconde bajo el velo. 

Miro sus rostros de deseo y excitación, mientras buscan mis ojos cautivos, eso hace que sea una retroalimentación  perfecta con mis ganas de bailar y bailar. Nunca es tarde para aprender cosas nuevas y este nuevo mundo había abierto mi mente en canal. Me había hecho mejor persona, mejor amante y mejor mujer. Disfrutaba de mi cuerpo como nunca y hacía disfrutar como jamás había imaginado.

                                                                                            Marcos CL



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