Me había citado con él en su casa, para enseñarle el
nuevo modelo de Thermomix, la verdad que ese mes ya tenía la cuota
cubierta, pero sí conseguía esa venta sería un nuevo récord personal. Ya eran
las 11 de la mañana de aquel jueves de marzo que apuntaba soleado. Me había
mandado la ubicación por whats-app, no tenía pérdida. Era una casa en las
afueras de la ciudad a unos 15 minutos de camino.
Puntual llegué
a la cita, me bajé del coche con mis bultos y me dirigí a la entrada. No me dio
ni tiempo a timbrar, salió a la puerta a recibirme y me dijo con aquella voz,
¡¡“espera que te ayudo”!!, me cogió la caja grande que llevaba y me sentí
aliviada de peso, pero nerviosa por el momento, desprendía una energía tan
varonil, que me imponía bastante. Yo muy profesional lo seguí hacia la cocina.
Era
muy luminosa y con una gran isla central como encimera. Mucho espacio para
trabajar y cocinar, me gustaba. De fondo una música étnica que jamás había
escuchado, le pregunté, ¿“que música era…?”, me respondió “es un cantante de Mali
se llama Ali Farka Touré, me gusta mucho el blues africano, la canción se
titula “Ai du”, por sí la quieres poner en tu lista de favoritas, jaja!!”
me sonrió con cara de niño travieso y eso desde luego no me ayudó a calmarme.
Bueno, debía hacer una buena demostración de mi “joya” como yo le llamaba. Me
tenía los ingredientes preparados para hacer algo sencillo, una crema de
verduras, simple y que no me llevaría a error, ¡¡joder parecía novata en esto!!,
que tenía este tío que me hacía tambalear toda esa firmeza mía?
Era elegante en sus formas, llevaba una camisa blanca
remangada y suelta, unos pantalones negros bien ajustados, en su punto vamos. Me
sorprendió que anduviera descalzo por casa como si nada. Mientras preparaba las
cosas íbamos hablando y me contó que era sanitario y había estado en misiones
por África, eso le había cambiado la percepción del mundo, se había vuelto más
simple, más bohemio, esa vida le había enseñado a vivir sin reloj. Me hizo gracia esa expresión. Sin duda le
rodeaba un halo de misterio que me ponía muy felina.
No se sí mi atuendo era el adecuado para aquello, pero
bueno. Yo llevaba una falda corta ajustada, la camiseta blanca que me había dado
la empresa para “lucir” logotipo y botas color camel. Aquella mañana estrenaba ropa
interior y de Woman Secret, además, es que me encanta comprar ahí. Era de
encaje blanca, pero creo que se marcaba bastante el tanga al reclinarme sobre
la encimera, lo suficiente como para que la mirada de aquel moreno se clavara
en mi culo cada poco tiempo.
Me pareció desde que había llegado, que quería jugar a
las miradas y yo era buena en eso, sí tú me miras así yo te miraré así. La
crema de verduras se fue haciendo sola, desde luego la cita comercial/culinaria
había quedado en un segundo plano. Nos mirábamos a los ojos con una confianza
que no era normal, lo acababa de conocer hacía una hora!!, pero daba confianza,
daba buen rollo y me ponía muchísimo.
Con todo dolor de mi corazón debía concluir aquella “cita”
tan original, mi calentón y yo nos fuimos pitando de allí, hacia otra cita menos interesante, me tocaba con Ángela, mi dentista, y es que odio ir al dentista. Ahora con este
estado de Alarma y cuarentena, ¡¡pienso en todo aquello y pufff!!, me subo por
las paredes. Tengo su contacto, pero no se sí escribirle, aunque creo que lo
voy a hacer, creo que a ambos nos apetece. Daré ese paso.
Marcos CL

Buen contacto comercial!! Mmm... Buen provecho!! Ñamm!! Alm
ResponderEliminar