Definitivamente
ya no podía más, tenía que terminar con todo esto. Esta doble vida que llevaba
me estaba pasando factura. Buscar mil excusas para propiciar encuentros
sexuales, aunque fueran fugaces, era demasiado descabellado para mí, ya todo me
daba igual y eso era demasiado peligroso.
Trabajando,
haciendo la compra o en las comidas con la familia, era recibir un whats app de
él y mi volcán comenzaba a encenderse, buscaba un rincón para mandarle un
selfie y que me correspondiera mostrándome como estaba en ese momento
acordándose de mí.
Éramos dos golfos donde el pudor y la
vergüenza ya habían pasado a un segundo plano. Jamás había hecho cosas así, en
el cine, sobre el capó del coche, en su portal… todo demasiado loco y morboso,
un juego adictivo del que me iba a costar salir.
Lo último que me había pedido fuera demasiado fuerte, pretendía que, en mi noche
de cena con las chicas, en medio de la velada fuese al baño sigilosa y sacando del bolso
mi Satisfayer lo hiciese allí mismo y le mandase el video después corriéndome.
Él estaría
en su casa esperándolo como agua de mayo para tocarse juntos y a la vez, aunque
fuera en la distancia. Mi juguetito me hacía que los tuviera muy rápido así que
nadie sospecharía nada. Volvería a la mesa con carita de santa Ana y seguiría
con la cena habiendo sido ya muy muy traviesa.
Ese
tipo de cosas son las que me encantan y me sacan de mis rutinas mas agónicas,
un día igual que otro. Al menos me merecía un poco de salsa en mi vida, en
aquella vida conformista que había elegido, pero que me estaba cambiando.
Marcos CL