miércoles, 19 de febrero de 2020

Arándanos





No era un simple capricho ni un antojo pasajero, era mucho más que todo eso. Una conexión muy especial con aquella persona que estaba en los antípodas de mi estilo de vida. Éramos como el día y la noche, pero que bien nos llevábamos ¡Vaya cosa! nunca había sentido algo así, una sensación tan intensa que hasta a mí me daba miedo.

 Su presencia hacía que perdiera el control durante demasiado tiempo y eso no me lo podía permitir. Me callaba con su ternura y naturalidad, no podía ser. Soy posesivo, autónomo y manejo mis 5 sentidos siempre en cada lugar y situación, no lo vi venir. Que apareciese ella en mi vida, para desmoronar todo aquello, no entraba en el guión.

 Me había costado un mundo permanecer así de seguro dentro de mi fortaleza, con mi armadura de hojalata dejando el corazón a cubierto y bajo llave. Aunque quizás ahora ya me había llegado la hora, me tenía que dejar ir por ella, debía cortar todas esas sogas que me ahogaban sin duelo de una vez y vivir de manera más intensa y auténtica, dejar que el amor me infectase hasta la médula. Me lo merecía y ella se lo merecía también.

 Siempre buena, educada y agradable conmigo, persona muy valiosa para mi vida errante y en desamor. Aquella mirada azul y penetrante me calmaba y me aliviaba sin mesura.

 Mientras compartimos fruta variada en plato con arándanos, fresas, naranja y un buen café, nos contamos de todo con la voz de la sinceridad y el lamento al "tempo", también nos contamos mucho más con la mirada. Hay deseos que no se manifiestan con palabras, simplemente se sienten y se confiesan con los ojos.

                                                                                                     Marcos CL


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