El
plan era preparar la comida entre los dos, pero la cosa se nos fue de las
manos. Digamos que las ganas le ganaron el pulso al hambre, dándole una buena
paliza. Habíamos desayunado temprano antes de ir a trabajar y el café de media
mañana ya lo habíamos más que digerido y gastado, una jornada intensa en
urgencias.
A las 3 fuimos hacia su casa como habíamos
quedado, todo pasó demasiado rápido, cuando me quise dar cuenta estaba desnuda
en su salón. Yo, inocente pero curiosa me vi apoyada contra aquella fría pared
blanca para dejarme hacer.
Descalza y muy húmeda me quedé de pie sobre la
tarima de madera intentando aguantar el equilibrio, difícilmente lo conseguía,
ya que, las embestidas de su lengua dentro de mí, aumentaban en intensidad y
profundidad a pasos agigantados. Muy excitada y loca de placer jadeaba y
cerraba los ojos con fuerza dejándolo venir.
La
secuencia de orgasmo tras orgasmo me dejó las piernas temblando y medio afónica
por mis alaridos, le dije que ya no podía más, él con la boca y a barba llena
de mi jugo me decía con la mirada que quería el último clímax dedicado, al
tiempo que apretaba mi culo y volvía a penetrarme con aquella boca feroz.
Sucumbí una vez más y me dejé caer desplomada
sobre sus brazos. Era injusto ese desarme que hacia sobre mi ser y al mismo
tiempo, era un gozo cada vez que estábamos juntos.
Marcos
CL

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