Me agarraba fuertemente del pelo e insistía llegándome al alma, una y otra vez duro y con destreza, como sí se le fuese la vida en ello. Era un animal y formábamos un escándalo increíble en el silencio de aquella noche de domingo a finales de verano.
Se presupone que yo debía dormir y descansar
para estar al 100% en mi trabajo al día siguiente. Aquella semana sería muy
larga, habían venido mis jefas de Madrid a pedir cuentas, pero a él eso le daba
igual, era insaciable e indomable. Ese lunes llegaría con las piernas, el
pompis y la cabeza muy doloridos.
Era curioso, a la vez que
divertido y morboso, intentar buscar el peinado ideal ante el espejo para lograr
disimular la marca de sus dientes grabados en mi cuello ...
Marcos CL
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