Sin duda había sido una noche de tormenta que me había dejado para el arrastre. Nunca imaginaría que ella sería la orma de mi zapato. La chica tímida del hospital, la clásica, la intocable, la que nunca dirías que fuera una gata por fuera y pantera por dentro.
Lo que había empezado con un simple juego de palabras, se volvió una guerra de auténtico placer y lujuria. Horas y horas sin tregua a golpe de noche, en día del espectador, a golpe de un miércoles cualquiera. Ni Joker, ni Géminis, ni otras muchas, superarían esta película de pasión.
Ciertamente y siendo sincero, digo que no podía con el alma aquel jueves, me costaría un mundo ir a trabajar. Me dolían hasta las cejas, que locura y bruja del placer. Ella, tirando de la puerta, tan sólo había dejado la estela de su perfume sobre mis sábanas y los arañazos, que ya dolían, en mi espalda.
Marcos CL

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