lunes, 6 de enero de 2020
Sobre cargo
Aquel viaje a París, aquella energía en la ciudad. Un paseo por los campos Elíseos en esa tarde de Octubre. Todo demasiado diferente, todo demasiado idílico.
Había quedado con él a los pies de la Torre Eiffel y puntual allí estaba esperando con su porte y su galantería. Sin duda aquella escala que me había hecho la aerolínea en la capital francesa estaba dando sus frutos.
La noche se hizo demasiado corta para nuestro gusto, me sentía extasiada por toda esa sesión de romanticismo esporádico que la vida me regalaba.
Cansada de años de matrimonio comiendo sopa sin sal, mi cuerpo se merecía unos buenos homenajes de alta cocina, antojos y manjares para desquitarme.
Mi bello francés tenía verdadera magia en sus manos y en aquella boca tan dulce. Hizo de mi noche parisina una obra de arte. Para cuando quise volver a la realidad mas cruda ya estaba trabajando subida en el vuelo rumbo a Dubái con pañoleta al cuello y mi sonrisa permanente para los pasajeros.
Marcos CL
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