Tarde
de viernes de confinamiento en fase 0, ya estábamos en la desescalada de todo
aquello tan extraño que había provocado ese virus maldito. A cientos de kms de él,
todo comenzó como un juego sin querer o queriendo mucho.
Nos
mandamos varias notas de audio, mientras yo tomaba el sol en mi jardín, piel
brillante y candente impregnada de aceite de coco. Él, desde el norte me transmitía
su energía y ese morbo natural que me da su tono al recitar. Media tarde y un
calor acuciante que acompañaba mi piel y mi interior. Al tiempo que lo iba
escuchando en su hablar, se me iba secando la boca, un sorbo de agua con limón
bien fría y seguía.
No daba crédito a que todo aquello, todo lo
que oía me hacía fantasear así, de una manera increíblemente felina. Cerraba
mis ojos y viajaba por cada imagen que sus palabras bien dichas me hacían sentir.
Me describía con detalle como en estos momentos estaría pasando la yema de sus
dedos por mis 9 tatuajes.
Me
decía como iba buscando cada rincón y pliegue de mi cuerpo y encontrando nuevos
paraísos en el. Se me ponía la carne de gallina e intentaba que no se notara
demasiado la excitación en mis respuestas sonoras que le mandaba, a veces le
iba poniendo una carita para disimular e ir enfriando mi mente, pero ya era
tarde, punto de no retorno.
Eché
el pareo por encima de mis piernas tapando la zona hasta mi ombligo, creo que
no podía aguantar más y lo haría allí mismo. Mi mano fue bajando por debajo del
pareo hasta encontrar mi punto apartando la braguita del bikini, me encantaba
tener los ojos cerrados y que me fuera detallando lo que me haría cuando nos viésemos.
Mis gafas de sol se empañaban por el sudor de
mi frente y el corazón se me quería salir. Los auriculares puestos en conexión
con sus palabras y mis dedos hábiles, ahora mismo no me hacía falta nada más en
el mundo para disfrutar de aquella nueva
realidad virtual.
Era cuidadoso con sus frases bien montadas y
me llevaría al clímax en poco tiempo. Me dejé llevar por la corriente y en
menos de dos minutos tendría aquella explosión de placer que me paralizó la respiración
por un instante. Lo había vuelto a conseguir, era un brujo aquel lindo gallego.
Marcos CL