Me quedaba
mirando para ella mientras se secaba al salir de la ducha. Ponía su tanguita y como
nueva. Radiante, llena de brío y energía, era feliz. Canturreaba frente al
espejo y yo me recreaba con aquella imagen perfecta desde la cama. Después de
una tarde juntos llena de pasión y sexo, ¿cómo podía ser que todavía sintiera
ese deseo tan ferviente por aquella mujer?
Habíamos quedado a las 3 de ese día para darle
el regalo de cumpleaños, eran las 9 de la noche y aún seguíamos así. Tenía que
dejarla escapar, tenía que dejar que volviera a su vida, a sus obligaciones,
pero antes un último beso por favor, quería sentir mis labios una vez más en
aquella espalda tan sugerente. Salté de la cama y fui hacia el baño de la
habitación, apoyándome en el quicio de la puerta, mis ojos hacían un scanner de
pies a cabeza alimentando las ganas. Me mordía el labio pensando y calculando
si me quedarían fuerzas para estar dentro de ella una vez más en esa sesión interminable
de lascivia.
Mi cuerpo no tardó en reaccionar, como una
bestia di un paso al frente para dirigir mis manos a aquel suculento culo y mi
boca con hambre a su hombro derecho, mientras apretaba aquella nalga que me
excitaba tanto, mi boca se fue cerrando para clavar mis dientes en su piel, me
gustaba tenerla acorralada entre mi dureza y la piedra del lavabo, una encerrona
sin salida donde los dos éramos las víctimas. Se fue apretando más y más en mí
para sentirme al completo.
Ya no había
vuelta atrás, se inclinó hacia delante agarrándose con fuera al grifo y contoneándose
me dio la orden para que entrara en ella como una fiera, ni lo dudé y no nos
hicieron falta ni las manos, sincronismo perfecto, acople ideal. Una vez más en
aquella tarde volcánica nuestros cuerpos eran uno solo, nuestras mentes
enajenadas de amor perdieron el norte y el reloj se paró de nuevo.
Marcos
CL
Buen regalo!!! Ñamm. Alm
ResponderEliminarMuy bien
ResponderEliminar