miércoles, 22 de abril de 2020

Solárium



Agosto, todo el mundo en la playa y yo doblando turno en recepción. Solamente vinieran dos clientas durante la mañana y aún eran las 5 de la tarde, todavía 3 horas por delante, ¡menudo agobio! Menos mal que escuché la puerta de la entrada y la vi pasar, mi clienta preferida de aquel verano, Fátima, de pelo corto y mirada viva, era elegante en sus formas, en su gesto y en su caminar.



 Venía siempre radiante debido a su trabajo. Trabajaba aquí cerca en su estudio de delineación. Cuando entraba siempre hacía lo mismo, se paraba un rato conmigo y después me pedía la llave de la cabina 7, sesión de 10 minutos y lista. Muchas veces me comentaba que yo tenía suerte por vestir sport, ella no podía, su papel de empresaria la obligaba a vestir con indumentaria formal.


 Esa tarde la charla fue un poco más larga de lo habitual. Se dirigió hacia las cabinas y caminando por el pasillo se giró para decirme, - No me digas que estamos solos? Es que esto está super tranquilo hoy. – Normal- respondí yo, todo el mundo está en la playa y nosotros aquí encerrados, pero no te preocupes, si te pasa algo te rescato. Jajaja- Ella se sonrío con aquella carita de ángel y se metió en la cabina dejando la puerta entreabierta.


 Allí estaba yo en tierra de nadie, me daban ganas de echar la llave, poner el cartel de cerrado y que pasara lo que tuviera que pasar. Dudé por un instante, pero pensé, ¿y por qué no?, así lo hice, cerré la puerta de la entrada y fui hacia ella. La verdad es que ya llevábamos unas semanas con un tonteo bastante evidente. Me paré delante de la cabina y vi en el crono que le quedaba un minuto de su sesión, ella debió escucharme junto a la puerta entreabierta y con una voz muy suave me dijo, -Pasa que el tiempo se está agotando. -, a ese comentario le siguió una carcajada y yo pensaba, esta chica es que no se anda con rodeos. En ese mismo instante sonó la alarma de que su sesión terminara, entonces ella abrió el solárium.


 Era una auténtica belleza al natural, allí estaba, desnuda y sin ningún tipo de complejo. Me pidió que le pasara la toalla, aunque su gesto cambió para mejor, al ver algo tan evidente en mi pantalón corto. ¿Cómo contenerse ante una situación así? Me acerqué a ella para darle la toalla, extendió su mano, pero al instante la dejó caer al suelo, se acercó a mí y en ese momento supe que en esa tarde mi jornada laboral había terminado.


                                                                                            Marcos CL

Gracias por la imagen F.B.

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