Agosto, todo
el mundo en la playa y yo doblando turno en recepción. Solamente vinieran dos
clientas durante la mañana y aún eran las 5 de la tarde, todavía 3 horas por
delante, ¡menudo agobio! Menos mal que escuché la puerta de la entrada y la vi
pasar, mi clienta preferida de aquel verano, Fátima, de pelo corto y mirada
viva, era elegante en sus formas, en su gesto y en su caminar.
Venía siempre radiante debido a su trabajo.
Trabajaba aquí cerca en su estudio de delineación. Cuando entraba siempre hacía
lo mismo, se paraba un rato conmigo y después me pedía la llave de la cabina 7,
sesión de 10 minutos y lista. Muchas veces me comentaba que yo tenía suerte por
vestir sport, ella no podía, su papel de empresaria la obligaba a vestir con
indumentaria formal.
Esa tarde la charla fue un poco más larga de
lo habitual. Se dirigió hacia las cabinas y caminando por el pasillo se giró
para decirme, - No me digas que estamos solos? Es que esto está super tranquilo
hoy. – Normal- respondí yo, todo el mundo está en la playa y nosotros aquí
encerrados, pero no te preocupes, si te pasa algo te rescato. Jajaja- Ella se
sonrío con aquella carita de ángel y se metió en la cabina dejando la puerta
entreabierta.
Allí estaba yo en tierra de nadie, me daban
ganas de echar la llave, poner el cartel de cerrado y que pasara lo que tuviera
que pasar. Dudé por un instante, pero pensé, ¿y por qué no?, así lo hice, cerré
la puerta de la entrada y fui hacia ella. La verdad es que ya llevábamos unas
semanas con un tonteo bastante evidente. Me paré delante de la cabina y vi en
el crono que le quedaba un minuto de su sesión, ella debió escucharme junto a
la puerta entreabierta y con una voz muy suave me dijo, -Pasa que el tiempo se
está agotando. -, a ese comentario le siguió una carcajada y yo pensaba, esta
chica es que no se anda con rodeos. En ese mismo instante sonó la alarma de que
su sesión terminara, entonces ella abrió el solárium.
Era una auténtica belleza al natural, allí
estaba, desnuda y sin ningún tipo de complejo. Me pidió que le pasara la
toalla, aunque su gesto cambió para mejor, al ver algo tan evidente en mi
pantalón corto. ¿Cómo contenerse ante una situación así? Me acerqué a ella para
darle la toalla, extendió su mano, pero al instante la dejó caer al suelo, se
acercó a mí y en ese momento supe que en esa tarde mi jornada laboral había
terminado.
Marcos CL
Gracias por
la imagen F.B.
Me encanta! 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
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