sábado, 25 de abril de 2020

“San Marcos”






Desde por la mañana así. Saltaba de la cama como un resorte, para ponerme a hacer cosas, una ducha, un buen desayuno completo y a funcionar. Miraba el correo, limpiaba la casa y pensaba en la comida que prepararía. Después cocinaba, fregaba los cacharros y era inútil, volvía a caer. Intentaba evitar a toda costa ese pensamiento constante de llevar a cabo mis fantasías sexuales fuera de aquí.

 Rezaba sin ser creyente para que el gobierno nos diera un respiro, al menos para sentirnos, al menos para tenernos. Una utopía hoy por hoy. Había días que perdía la cuenta de las veces que ya me había masturbado. En cama al despertarme, en la ducha, en el sofá delante del ordenador, en el jardín tomando el sol. Un sin parar de amor propio.

Todos los días eran como sumar días marcándolos en la pared de tu celda, pero la cuenta atrás iba demasiado lenta, necesitaba estar dentro de ella con prontitud, sentir esas caricias, sentir esa química que te da la otra persona en ese acto. Escribía más que nunca para aplacar las ganas y canalizar la energía, pero ellas seguían ahí, acuciantes, sinuosas, amenazadoras y esperando que tuviera un momento de debilidad durante la jornada en casa para volver a caer en la lascivia.

Esa perversión me poseía y  me ponía en una mano el aceite y en la otra muchas ganas de su cuerpo, de su flujo, de su boca, de su saber hacer. Yo me lo hacía y lo volvía a repetir como algo obsceno, un ritual de onanismo que me provocaba hasta castigarme con fuerza para desfallecer de placer una y otra vez. Ni el 25 de abril, día de mi santo, pude contener ese deseo, me tocó hacer penitencia moral durante largas horas del día y flagelarme durante la noche.
Puto confinamiento, putas ganas. Pura VIDA.
                                                                                                  Marcos CL

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