No era el trabajo de mi
vida, pero en algún sitio tenía que ganar dinero en aquel año tan jodido.
Después de acabar la carrera de derecho y tener que trabajar como becaria
durante 3 años en aquel despacho por 700€, ya me había sido suficiente esa etapa tan humillante en mi vida laboral.
Ser recepcionista en un
motel en las afueras de la ciudad no había sido mi sueño desde pequeña, pero
debía buscar la parte positiva de aquella oportunidad que me había dado la
vida. Ganaba más, me trataban mejor y aun encima aprendía aspectos del
comportamiento humano y mucha sociología.
Por ejemplo, que en los
moteles según qué días, había hora punta y todo. Me quedé loca cuando vi la
cantidad de trabajo que podía tener de lunes a viernes de 9.30 de la mañana a
13.30. Yo que pensaba que los días felices serían los viernes y sábados noche.
Que ilusa era hasta ese momento. Me sentía como una espía. Los clientes no
podían verme en la cabina de recepción, pero yo, sin embargo, los veía a ellos.
Observaba como iban haciendo cola antes de la barrera de entrada, coche tras
coche en aquella franja horaria tan "poco pecaminosa".
Una piensa que por
las mañanas o se está trabajando o se está haciendo compra, haciendo deporte o
la comida, pues no, se está también haciendo cola en una hilera del deseo para
entrar en los distintos garajes con habitaciones incluidas de aquel motel con
nombre de miniplaneta. Ese momento ideal que transcurre desde que, se llevan
los niños al cole hasta que hay que ir a buscarlos con la consecuente
sincronización de mensajes de whats-app que vienen y van llegando, rozando el
punto de logística perfecta.
“Ya estoy llegando,
¿cuánto te falta” ?, “Sí, ya aparco y me monto en tu coche, el mío lo pueden
reconocer!”, “¡Apura que no tenemos mucho tiempo!”.
! Qué bonito es ver
la vida pasar desde la barrera! Creo que aquí comienza mi cuaderno
de bitácora.
Marcos
CL
Tan cerca....y tan lejos!!! Bonitas mañanas!!!Alm
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